ANECDOTARI I EFEMÉRIDES



ALGUNAS CURIOSIDADES DE LA VIDA DE DJANGO REINHARDT
Django Reinhardt es un personaje que, al margen de sus magnificencias musicales, tuvo una vida tan apasionante que de ella se hubiera podido haber hecho una películaza en todos los sentidos, por su personalidad, por sus vivencias y aventuras, por el momento histórico en el que vivió, en definitiva, por todo. Es extraño que los franceses, que le idolatran, no la hayan hecho cuando además sigue siendo el músico de jazz europeo más importante que ha habido. El chauvinismo, por desgracia en esta ocasión, ya no es el que era.
Buscando material para la pequeña semblanza que colgué en un foro de jazz con motivo del centenario de su nacimiento, encontré un montón de anécdotas que no tienen que ver con su singladura estrictamente musical pero que, al margen de que alguna suena a falsa, ponen en evidencia que la vida Django debió ser como para hacer un cuento de cada uno de los días que duró.

Django era de carácter imprevisible, excéntrico, despilfarrador y muy fanfarrón. Sus grandes pasiones, aparte de la música, fueron la pesca y el billar, del que él mismo se consideraba, sin el menor rubor, el mejor jugador del mundo. Fue siempre analfabeto y apenas sabía deletrear su nombre por lo que su primera grabación llevada a cabo en 1928, es decir, poco antes de su accidente, quedó registrada a nombre de “Jiango Renard”. En cambio en otras fuentes aparece que en realidad le llamaban “Djungo” y que fue una vez constituido el “QHCF” cuando le cambiaron la “u” por “a” que sonaba mejor. Obviamente no sabía leer una partitura por lo que componía de memoria y luego era Stephane Grappelli quien, a su dictado con la guitarra, transcribía las notas en el pentagrama. Ambos mantuvieron una relación singular en la que uno era la antítesis del otro. Django, un “manouche” belga, nómada, que vivía en un carromato, desaliñado, desordenado y caprichoso. Grappelli, dos años mayor, parisino elegante y cultivado, con sólidos estudios de música clásica, era la personalización del orden, la previsión y la sensatez. Pese a ello se complementaron a la perfección tanto en el escenario como fuera de él. Django era además maniático, odiaba las alfombras y gustaba caminar con los pies desnudos sobre el pavimento. No tenía el menor reparo en romper un contrato y no presentarse a una actuación si hacía un buen día que invitara a ir de pesca, a pasear por el campo o, sencillamente, si aparecía la oportunidad de una buena partida de billar.
Al respecto hay una anécdota impagable que cuenta Charles Delaunay que y pone en evidencia la imprevisibilidad de Django Reinhart y hasta dónde puede llegar la ignorancia del público. En el verano de 1937 “Le Quintette du Hot Club de France”, del que Delaunay era mánager, hacía su primera salida a Suiza y a la hora de comenzar el primer concierto, con la sala llena y expectante, Django no se presentó. La situación era apurada pero Delaunay supo salir del paso. Hizo presentar a su hermano Joseph Reinhart como si fuera Django, entre los aplausos de un público que sólo conocía al Quinteto a través de sus discos (en aquella época iban en una simple funda de papel sin fotografía alguna), y él, a su vez, se hizo prestar una guitarra, se sentó en la silla que quedaba vacía, y oculto tras el atril se pasó todo el concierto fingiendo tocarla entre las aclamaciones para el falso Django. Nadie en la sala se apercibió de nada.

Con el adelanto que recibió por el primer disco que grabó en 1934 con el “QHCF” Django corrió a satisfacer un viejo capricho: comprarse un auténtico sombrero “Stetson” fabricado en los Estados Unidos. En 1937, cuando las ganancias ya eran muchas, no dudó en comprarse un impresionante “PEUGEOT” descapotado en el que circulaba sin carnet de conducir ni documentación alguna, protegida la cabeza con un casco y con un “foulard” rojo arrollado en el cuello, hasta que fue detenido por los gendarmes y confiscado el coche.

En Enero de 1938 el “QHCF” viajó por primera vez a Inglaterra con un contrato exclusiva con la Decca. El viaje fue un rosario de escenas chuscas. Para empezar, al llegar a Dover, Django fue devuelto a Francia en el primer “ferry” al haber viajado totalmente indocumentado y carecer de pasaporte o cualquier otra identificación. Fue necesaria toda la influencia de la casa discográfica y las dotes de persuasión de Grappelli para que pudiera retornar. Alojado el Quinteto en el “Regent Palace” de Londres, los miembros gitanos del grupo, poco familiarizados con el elegante mundo de los payos, dieron lugar a situaciones grotescas en lo concerniente al uso de las puertas giratorias, de los ascensores, y por los errores cometidos con las puertas de las habitaciones al no haberse aprendido bien los números pese a los desvelos y enseñanzas del paciente Grappelli; para ellos no eran más que dibujos.

A mediados de Agosto e 1939 el Quinteto se hallaba de nuevo de gira por Inglaterra, mostrando Django su inquietud ante el ambiente y los preparativos de guerra que observaba. Una mañana, el ulular de sirenas de alarma en un simulacro de ataque aéreo le provocaron un ataque de pavor. Le dijo a Grappelli que suspendía la gira y regresaba de inmediato a París. Así lo hizo, precipitadamente y con lo puesto; no pasó ni por el hotel a recoger su equipaje. Grappelli no pudo hacer lo mismo por hallarse indispuesto. Cuando días más tarde se disponía a regresar a Francia se encontró con que ya era tarde; todas las comunicaciones con el continente estaban cortadas, por lo que hubo de permanecer en Inglaterra toda la guerra y sólo se reencontró de nuevo con Django en 1946. Durante estos años en Londres Grappelli trabó amistad y tocó con un joven pianista londinense ciego: Goerge Shearing.

Contra lo que pudiera esperarse y a pesar de la guerra, Django se desenvolvió muy bien sin Grappelli a su vuelta a París, en donde continuó actuando sin solución de continuidad y sin que la ocupación de la ciudad por los alemanes representara mayor problema para él pese a ser de etnia gitana. Del 1 Octubre de 1940 es la grabación de "Nuages”, uno de sus grandes temas. Realizó giras por Europa y hasta dirigió una gran orquesta haciéndose acompañar por las grandes figuras del momento viviendo con holgura del éxito. En algún lugar he leído que fue invitado a actuar ante el mismo Hitler y que él se negó intentando huir a Suiza en cuya frontera fue rechazado por no ser negro ni judío, historia que huele a invención por los cuatro costados. Se señala a un alto oficial de la Lutwaffe, Dietrich Schultz-Kohn, como su gran valedor ante las autoridades de ocupación, aunque lo cierto es que en el París ocupado, destino soñado de todos los oficiales alemanes tanto de servicio como de permiso, el régimen de la ocupación fue bastante “light” comparado a lo que ocurrió en el Este, con lo que todo aquél que pudiera aportar algo de diversión y entretenimiento era “tolerado” y pudo sobrevivir sin demasiadas dificultades, lo que seguro no hubiera ocurrido en Varsovia, Kiev o Belgrado. Incluso en 1943 se casó con Sophie Ziegler, de cuya relación nacería su hijo Bubik. No fue sólo Djando Reinhardt quien pasó una plácida guerra en París, también su hermano Joseph continuó tocando con sus grupos en los cabarets sin ningún problema.

Paradojas de la vida, mientras Django era un ídolo y vivió por lo que se ve bastante bien bajo la ocupación nazi, al mismo tiempo se convirtió en referencia cultural de los resistentes que se jugaban la vida en el “maquis”.

De este periodo de guerra en Tomajazz se cuenta la siguiente anécdota: Había una señora de la alta sociedad parisina que acostumbraba a dar grandes fiestas, amenizadas por afamados músicos. En una ocasión los invitados eran Andrés Segovia y Django. Habían pasado tres horas desde que el maestro de la guitarra clásica terminara su actuación y se esperaba la llegada de nuestro personaje; al fin éste apareció pero sin su guitarra y después de la negativa del maestro a prestarle la suya, hubo que ir en taxi en busca de una, aunque hubo de tocar con un instrumento de muy mediocre calidad. Al finalizar la actuación Andrés Segovia, impresionado, preguntó a Django como podría hacerse con esa música, refiriéndose a las partituras, Django le respondió, riéndose, que en ningún sitio, sólo estaba en su cabeza ya que había sido una improvisación. En otras fuentes se cuenta esta misma historia pero sin lo del retraso de tres horas. Me quedo con esta versión porque, sea más cierta o no, hubiera sido muy propia de él.

Y para finalizar esta retahíla de anécdotas, contar que, finalizada ya la guerra y durante su estancia en EEUU en el año 1946, invitado por Duke Ellington, se cuenta otra tropelía similar a ésta ó a la protagonizada en Zurich en 1937. Camino de un teatro donde debía dar un concierto con la orquesta de Ellington se topó con un local de billares, no pudiendo resistirse a entrar y hacer una partidita. Tan ensimismado estuvo en el juego que no se dio ni cuenta de qué hora era y cuando llegó al lugar del concierto éste ya estaba tocando a su fin.
Xavier GT

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada